Manuel Palma Marín llegó a la estación de Valencia un 25 de octubre de 1981. Hace exactamente cuatro décadas. Tenía 22 años y toda su vida metida en una maleta. Acababa de abandonar su pueblo, Cañete de las Torres, y se plantó en la capital de Levante sin blanca en los bolsillos y con una sola idea en la frente. Hacer fortuna. Hoy es dueño de un solvente holding empresarial, que factura 50 millones de euros anuales y da empleo a 400 personas. Aquel billete de tren que le dio un pasaporte al futuro descansa enmarcado en su despacho de Valencia.

—¿Le temblaban las piernas?

Sí. De hecho, durante años tenía pesadillas de que me iban las cosas mal y tenía que volver al pueblo. Me la jugué a cara o cruz. Quería triunfar. Mi padre me dijo: «En Valencia terminarás trabajando en los albañiles». Yo le contesté: «Cuando tenga 30 años tendré más millones que años». Estaba convencido de que aquí había mucho potencial. Y con 25 ya tenía más empleados que años.

Manuel Palma Marín no eligió el 25 de octubre al azar. El día 24 era San Rafael. Y su madre se llamaba Rafaela. Esperó a comerse el perol tradicional con ella y al día siguiente se subió al tren de su vida. Tampoco eligió Valencia al azar. Allí hizo el servicio militar. Fue entonces cuando descubrió el enorme potencial del litoral levantino. Y su fina intuición para los negocios.

En el servicio militar me dijeron que los que vivían bien eran los pernoctas. Pero hacía falta tener familia directa en Valencia. Cogí la guía de teléfonos, busqué a alguien con apellido Palma y me presenté en su casa vestido de soldado. Lo convencí para que firmara como si fuera mi tío. Me dieron el pase pernocta, que me permitía desayunar, comer, cenar y dormir fuera del cuartel. Empecé a trabajar pero no me llegaba el dinero. Vendí mi coche. Y con lo que gané en la venta, compré otro, lo reparé y me di cuenta de que ganaba más que cuatro meses trabajando todas las tardes. Y me pasé toda la mili comprando y vendiendo coches.

– Ha sido usted un buscavidas.

Entonces era normal. A los 14 años me puse a trabajar, estudiaba por la noche y me saqué el título de contable. Eso es lo que hacían los andaluces que iban por toda España. En aquellos años no había ayudas de ningún tipo. Ni paro. O trabajabas o no había otra manera. Para montar una empresa tenía que ahorrar. Y trabajar muchas horas.

– Y no ha perdido usted el orgullo andaluz.

Mire: uno de los colegios que tengo es Montessori bilingüe. A mí el acento andaluz no se me ha ido. Y tengo una teoría: es de 0 a 7 años cuando coges la pronunciación. Todas mis profesoras son nativas inglesas para que el niño aprenda con la pronunciación inglesa. Esta es la filosofía del colegio.

– ¿Y qué hace un empresario de automóviles en el sector de la educación?

En la zona donde yo vivo había hace 25 años un colegio muy prestigioso en declive que salió a subasta. Lo compré para construir chalés. El conseller de Educación, que era Paco Camps, me llamó y me dijo que fuera a verlo inmediatamente. Entonces me advirtió que el colegio no se podía cerrar porque en la zona había déficit de plazas. «Si cierras va a salir en la prensa y deberás asumir el riesgo reputacional», me alertó. Sopesé los contras y continué con el colegio. Hoy es el único que ha estado entre los diez primeros en nota media de selectividad durante doce años seguidos.

Palma Marín hizo fortuna con la venta de coches. A lo largo de su periplo empresarial ha vendido más de cien mil vehículos. Luego empezó a diversificar su línea de negocio. En 1993 ya era propietario de varias concesionarias y una inmobiliaria. Y en los años sucesivos amplió su abanico al sector educativo y los servicios sociales. «El Grupo Palma ha tenido un ascenso meteórico. Somos un holding solvente».

– ¿Todos somos emigrantes?

Entiendo que sí. Si hubiera tenido una posición cómoda en Cañete de las Torres habría seguido allí. Hay gente que se conforma, pero la mayoría buscamos una oportunidad.

– Conserva el billete de tren enmarcado en su despacho para no olvidar de dónde viene. ¿Qué le debe usted a Cañete?

Le tengo mucho cariño. Es el pueblo donde me he criado y donde están mis padres. Ahora emigra menos gente. Hay más ayudas que te permiten mantenerte. De todos mis amigos, el 80 por ciento no están ya en Cañete de las Torres, sino en diversos puntos de España. Hay que montar infraestructuras en los pueblos que permitan que la gente vuelva o se quede. Si montas un buen sistema de datos para internet, permitirá que mucha gente trabaje en pueblos como Cañete y no tenga que desplazarse.

– ¿Y qué le debe usted a Paterna?

Paterna es Valencia. Está a tres kilómetros, en su área metropolitana. Tiene cinco parques empresariales. De hecho, tiene 70.000 habitantes y 75.000 trabajadores. Yo vivo en una zona residencial porque está cerca del trabajo. La sede central tiene 25.000 metros cuadrados. Eso en Valencia es impensable.

– ¿Ha llegado usted donde quería?

Si a mí me dicen cuando empecé que iba a estar donde estoy lo hubiera firmado con los ojos cerrados. Una vez que ya lo consigues, yo sigo teniendo la misma ilusión que cuando vine con la maleta. Siempre estamos con proyectos haciendo cosas nuevas.

– En 1999 se hizo cargo de la presidencia del Córdoba CF. ¿Por qué se metió en ese charco?

De casualidad. Estaba entonces de director de Diario Córdoba Pepe Higuero, que había sido director del diario Mediterráneo de Castellón. Tenía mucha amistad con él y me llamó junto a otros empresarios porque el Córdoba estaba pasando dificultades. Fui a la reunión por pasar el rato, pero me comprometí. Y, a la hora de la verdad, me dejaron solo. El Córdoba estaba en quiebra técnica. Y cuando me fui era el club más saneado de la Liga: tuvo 917 millones de pesetas de beneficio. Se quedaron las acciones Pepe Romero, Rafael Gómez y Ángel Marín. Me llevé un chasco luego.

– Estuvo solo una temporada. ¿Salió corriendo?

No. A partir de que el Córdoba tuvo 917 millones de beneficios empecé a tener una presión muy fuerte de ya sabe usted quien para hacerse con el control. Si no fichaba a jugadores importantes y arruinaba al club, me iban a estar dando palos todos los días. Para mí, era un esfuerzo muy grande gestionar el club. De los tres, Pepe Romero me inspiraba mucha confianza.

– Y Rafael Gómez le inspiraba algo menos.

Bastante menos.

– Que le puso una querella.

Y la perdió. Sacó mucha publicidad de la querella y cuando salió la sentencia no dijo nada.

– Le pedía 20 millones de pesetas.

En efecto.

– ¿Qué hay en las tripas de un club de fútbol?

Yo he estado en un montón de sitios y lo más importante es el aprendizaje. Un club de fútbol no es una empresa al uso. Es un capricho. Y pone en peligro tu empresa principal. Cuando saqué 917 millones de beneficios, me pegaron una pitada: «Palma, pesetero, gástatelos». ¡Joder! ¡Si he cogido un club y lo he saneado! En una empresa, los accionistas te hacen la ola. Si no te gastas mucho dinero en fichajes, te ponen verde. Y, si te los gastas, arruinas al club. No podía poner en peligro mis empresas por mis empleados y mis proveedores. El día más feliz de mi vida fue cuando me nombraron presidente. El segundo día más feliz, cuando me fui.

– Hoy el Córdoba está en cuarta división. ¿Se puede hacer peor?

La verdad es que no. El Córdoba debía estar en Primera.

– En 2011 se presentó con el PP en Paterna y fue concejal de Hacienda con una condición: no cobrar ni un euro. ¿De qué planeta viene usted?

El alcalde, que era amigo mío, me pidió que entrara. Le dije que no. Y me dijo: «Los empresarios siempre os quejáis pero cuando se os pide ayuda dais un paso atrás». Me tocó la fibra. Le puse tres condiciones: no me voy a afiliar al PP, no voy a cobrar nada y la parte económica la gestiono yo. Pasaba de 140 millones la deuda municipal cuando entré y la dejé en 40. Y bajando impuestos. Gestioné el Ayuntamiento como una empresa.

– Leo un titular de 2012 que dice lo siguiente: «Manuel Palma Marín, el político más rico de España: 67 millones de euros». Menudo récord.

Esto fue una encerrona. Hay una ley que dice que todos los políticos tienen que declarar su patrimonio. El alcalde me dijo que la declaración era privada. Lo declaré y salió publicado en el boletín oficial. Dio el cante rápido y lo sacaron todos los medios. Quedó claro que ese dinero lo había ganado en mi empresa y no como político. Por eso no quise cobrar.

– Si no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita, ¿Cómo anda usted del tema?

Nunca he tenido barcos ni aviones. Y nunca en 40 años he repartido dividendos. Todo lo que se gana se reinvierte. Me he puesto un sueldo acorde a mis necesidades. Y no vivo mal.

– Sacó usted un billete para Valencia hace 40 años. ¿Era de ida y vuelta?

No. Lo compré con la intención de no volver nunca.

Vía: https://sevilla.abc.es/andalucia/cordoba/sevi-manuel-palma-marin-empresario-25-tenia-mas-empleados-anos-202110310111_noticia.html